lunes, diciembre 10, 2007

Mear en la calle es una acción mala y reprochable, pero hay veces que no hay más cojones.
Pues ahí estábamos Juan Carlos y yo cada uno en un lado de la calle. El caso es que de repente, de improviso, se metió de por medio un perrito negro muy mono pero que tendría sed porque se plantó debajo de mi chorro. El caso es que no le gustaría porque salió corriendo, esquivando en el camino la meada de Juan Carlos, que ésta sí que iba a dar.
Todo quedaría en esa curiosidad de no ser porque al rato viene David y me dice:
- Oye, ¿tú le has meado al perro ese de la calle?
-¿Yo? No, qué va, ¿por?
-Es que he salido a mear y lo he visto y lo he acariciado y estaba mojao, y Juan Carlos me había dicho que habías sido tú, que lo habías meao.
-Pues no. A todo esto, ese perro, ¿es de alguien?
-No, parece que está perdido - me dice.
Fue entonces cuando no pude aguantarme la risa y casi me caigo al suelo, descojonado vivo.
Y ahí, entre tantas risas, le oí decir: Serás cabrón...