martes, noviembre 13, 2007

No tenía motivos para desconfiar
pero no me siento superman
así que desconfío, así que desconfío.
Recuerdo que un día me perdí,
que nadie vino a buscarme,
que lo más cómodo era un ataúd,
que no había nadie que me haga feliz,
que todo era una puta mierda
y que aún así no renuncié,
que no renuncié.

Porque hay veces que de golpe nada vale y refugiarse en las drogas legales sería lo más fácil. Y no es culpa de nadie a tu alrededor, sencillamente pasa, quizás porque un día elegiste el camino equivocado en una encrucijada poco iluminada. Y no es culpa de nadie a tu alrededor, pero aquí todos son víctimas en potencia de ese famoso bichito que se te clava en el alma y no te deja respirar. Y en lo más hondo de tu desierto, en mitad de tu travesía de cuarenta días, sólo pueden pasar dos cosas: o que te tire spor la primera ventana que veas o que de repente te pongas la radio y suene una canción que te haga despertar. Recuerdo ahora, por ejemplo, una de Sabina que decía algo así: "Más de 100 canciones más de 100 motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de 100 excusas pa sentirnos vivos, más de 100 mentiras que valen la pena". Es entonces cuando el animal debe luchar. Supervivencia.