Dicen que Asia nos invade, que los chinos son muchos y que los joíos japoneses con su tecnología punta nos van a mandar un godzilla mecánica que destruya Europa y Norteamérica (corren rumores de que América del Sur y África no les interesan, ¿por qué será?
Pues bien, yo tengo la solución para joderles en caso de que ellos nos jodan a nosotros. Ni guerra fría ni leches, aquí hay que ser más práctico:
Con los chinos es fácil: les enseñamos a utilizar su arroz a hacer paella y cuando la prueben quedarán encantados y se harán amigos íntimos de los españoles, con lo que, cuando ataquen al resto del mundo, seremos los únicos en salvarnos. Dios bendiga a la paella.
Con los japos nos va a costar un poquito más. No por difícil sino porque hay que hacer la operación en un tiempo récord. Con ellos no vale lo de la paella. Son tan disciplinados y tan puntillosos con esto del honor que si se les mete en la cabeza algo (atacar al mundo) lo tenemos claro, con tanto kamikaze y tal y tal...
Pues bien, ¿qué es lo que hacen todos los japos sin excepción cuando llegan a sus casas o entran en las de otros? Sí señor, se quitan los zapatos y los dejan fuera. Pues ahí está la solución: nos sacamos de la manda un comando suicida que en tiempo récord, aprovechando las noches, se haga con todos los zapatos de todos los japos del mundo, y no será difícil, porque los muy imbéciles los dejan en la entrada de sus propias casas. Serán ingenuos, pensando que nadie se los va a llevar. Pero se olvidan de la picaresca española. Mandamos al Dioni encabezando al comando secreto y éxito de la misión asegurado. Ni un japo en la tierra con zapatos.
Y diréis: ¿por qué los zapatos? Pues porque todo el mundo sabe que descalzo y con los pies fríos no se puede trabajar. Y si no trabajan, no hay amenaza. Fin del peligro nipón.
¿Y qué hacemos nosotros con tanto zapato? Pues los mandamos en patera a Marruecos para que aparezcan allí y los moros parezcan los culpables de todo.
Y como siempre, nos escaparemos de rositas y montaremos una gran fiesta para celebrarlo donde beberemos calimocho, comeremos tortillas de patata y nos chingaremos a todas las japos y chinitas sin zapatos que se prostituyen en nuestra amada patria. Pero gratis, a cambio de unos zapatos de una talla menos pa que luego no puedan usarlos las joías. Que conste.
Pues bien, yo tengo la solución para joderles en caso de que ellos nos jodan a nosotros. Ni guerra fría ni leches, aquí hay que ser más práctico:
Con los chinos es fácil: les enseñamos a utilizar su arroz a hacer paella y cuando la prueben quedarán encantados y se harán amigos íntimos de los españoles, con lo que, cuando ataquen al resto del mundo, seremos los únicos en salvarnos. Dios bendiga a la paella.
Con los japos nos va a costar un poquito más. No por difícil sino porque hay que hacer la operación en un tiempo récord. Con ellos no vale lo de la paella. Son tan disciplinados y tan puntillosos con esto del honor que si se les mete en la cabeza algo (atacar al mundo) lo tenemos claro, con tanto kamikaze y tal y tal...
Pues bien, ¿qué es lo que hacen todos los japos sin excepción cuando llegan a sus casas o entran en las de otros? Sí señor, se quitan los zapatos y los dejan fuera. Pues ahí está la solución: nos sacamos de la manda un comando suicida que en tiempo récord, aprovechando las noches, se haga con todos los zapatos de todos los japos del mundo, y no será difícil, porque los muy imbéciles los dejan en la entrada de sus propias casas. Serán ingenuos, pensando que nadie se los va a llevar. Pero se olvidan de la picaresca española. Mandamos al Dioni encabezando al comando secreto y éxito de la misión asegurado. Ni un japo en la tierra con zapatos.
Y diréis: ¿por qué los zapatos? Pues porque todo el mundo sabe que descalzo y con los pies fríos no se puede trabajar. Y si no trabajan, no hay amenaza. Fin del peligro nipón.
¿Y qué hacemos nosotros con tanto zapato? Pues los mandamos en patera a Marruecos para que aparezcan allí y los moros parezcan los culpables de todo.
Y como siempre, nos escaparemos de rositas y montaremos una gran fiesta para celebrarlo donde beberemos calimocho, comeremos tortillas de patata y nos chingaremos a todas las japos y chinitas sin zapatos que se prostituyen en nuestra amada patria. Pero gratis, a cambio de unos zapatos de una talla menos pa que luego no puedan usarlos las joías. Que conste.
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