sábado, diciembre 15, 2007

Dicen que Asia nos invade, que los chinos son muchos y que los joíos japoneses con su tecnología punta nos van a mandar un godzilla mecánica que destruya Europa y Norteamérica (corren rumores de que América del Sur y África no les interesan, ¿por qué será?
Pues bien, yo tengo la solución para joderles en caso de que ellos nos jodan a nosotros. Ni guerra fría ni leches, aquí hay que ser más práctico:
Con los chinos es fácil: les enseñamos a utilizar su arroz a hacer paella y cuando la prueben quedarán encantados y se harán amigos íntimos de los españoles, con lo que, cuando ataquen al resto del mundo, seremos los únicos en salvarnos. Dios bendiga a la paella.
Con los japos nos va a costar un poquito más. No por difícil sino porque hay que hacer la operación en un tiempo récord. Con ellos no vale lo de la paella. Son tan disciplinados y tan puntillosos con esto del honor que si se les mete en la cabeza algo (atacar al mundo) lo tenemos claro, con tanto kamikaze y tal y tal...
Pues bien, ¿qué es lo que hacen todos los japos sin excepción cuando llegan a sus casas o entran en las de otros? Sí señor, se quitan los zapatos y los dejan fuera. Pues ahí está la solución: nos sacamos de la manda un comando suicida que en tiempo récord, aprovechando las noches, se haga con todos los zapatos de todos los japos del mundo, y no será difícil, porque los muy imbéciles los dejan en la entrada de sus propias casas. Serán ingenuos, pensando que nadie se los va a llevar. Pero se olvidan de la picaresca española. Mandamos al Dioni encabezando al comando secreto y éxito de la misión asegurado. Ni un japo en la tierra con zapatos.
Y diréis: ¿por qué los zapatos? Pues porque todo el mundo sabe que descalzo y con los pies fríos no se puede trabajar. Y si no trabajan, no hay amenaza. Fin del peligro nipón.
¿Y qué hacemos nosotros con tanto zapato? Pues los mandamos en patera a Marruecos para que aparezcan allí y los moros parezcan los culpables de todo.
Y como siempre, nos escaparemos de rositas y montaremos una gran fiesta para celebrarlo donde beberemos calimocho, comeremos tortillas de patata y nos chingaremos a todas las japos y chinitas sin zapatos que se prostituyen en nuestra amada patria. Pero gratis, a cambio de unos zapatos de una talla menos pa que luego no puedan usarlos las joías. Que conste.